La Historia de la Cerveza en Fassbiere: 1556, el padre de William Shakespeare accede al cargo de Ale-Conner.
Hace tres semanas, a finales de octubre, en la ciudad inglesa de Gloucester se volvió a celebrar una antigua tradición medieval, recuperada en 2003, para comprobar la calidad de la cerveza: sentarse sobre el líquido derramado y comprobar si se te queda pegado el culo.
No se trata de una diversión de taberna sino de un acto legal de verificación y llevado a cabo por un alguacil especialmente designado para ello: el Ale-Conner.
Catar cerveza: ¿el trabajo ideal?
Aunque la misión de asegurar la calidad de las cervezas o el pan, –así como la aplicación de un precio justo– era competencia de las autoridades, estos acababan delegando en los pregoneros o town criers esta poco grata función: antes de la introducción del lúpulo la cerveza (ale) no siempre estaba muy “en su punto”.
También, como contábamos en nuestro hito dedicado a las ale-wives, la atomización del mercado cervecero con muchos pequeños productores y vendedores cuyo producto había que verificar regularmente complicaba la tarea.
Tras la introducción de los impuestos a la cerveza y de las diferentes tasas aplicables en función de su graduación, fuerte o débil, la figura del pregonero-catador se profesionalizó.
Trabajar bebiendo cerveza no era, pues, la ocupación ideal. Además, como fiscalizador, su figura no gozaba demasiado del favor popular. Como representante de la autoridad se cuestionaba tanto lo que le correspondía (su criterio al valorar la cerveza) como lo que no: el Assize of Ale, las tasas que se aplicaban al productor.
To beer or not to beer
Uno de esos Ale Conners, o Kenners, fue John Shakespeare, padre de William Shakespeare.
Ocho años antes de traer al mundo a su insigne vástago, al ascender al cargo en Stratford-upon-Avon hubo de jurar que examinaría y cataría la cerveza y, cuidando de que fueran buenas y sanas, se aseguraría de que se vendieran a precios acordes con el impuesto, llevando ante la justicia cualquier incumplimiento de los muchos cerveceros de la localidad.
Al emprendedor John Shakespeare no le fue mal y para cuando nació William ya ocupaba un cargo público, similar al de alcalde, de mayor reconocimiento. El escudo de armas que solicitó para su familia, y que luego uso su hijo, le sería concedido cuarenta años después.
Algo del criterio cervecero de su padre debió de empapar el gusto de William Shakespeare. Entre la tradicional ale rural británica y la lupulada beer foránea que se estilaba en Londres, las preferencias de Shakespeare se decantaron por la primera.
Así lo expone Martyn Cornell en su estudio sobre el gusto cervecero que Shakespeare dejó entrever entre actos y sonetos de sus obras.
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