La Historia de la Cerveza en Fassbiere: 1983, el 9 de noviembre secuestran al dueño de Heineken.
Alfred Heineken siempre fue un empresario con una gran visión de futuro: la de convertir una pequeña cervecera familiar de Amsterdam en uno de los líderes globales del panorama cervecero.
Tras ver cómo la compañía, fundada por su abuelo en 1864 y ampliada por su padre desde 1914, escapaba del control familiar, Alfred accede al negocio en 1941 y recupera las acciones familiares una década más tarde.
Con las lecciones en marketing y distribución aprendidas durante su estancia en Nueva York en la segunda mitad de los años 40, Alfred Heineken estaba sobradamente preparado para perpetuar el legado familiar.
Accede al consejo en 1971 y hace crecer aún más la compañía con adquisiciones como la de Amstel y su expansión internacional en mercados emergentes. A las capacidades de crecer e innovar de sus antecesores, Alfred sumaba las de sus conocimientos modernos en marketing y branding: la “e” sonriente del logo, el color verde en botellas y etiquetas, la estrella roja, las memorables campañas de publicidad… y la original “botella-ladrillo”, un curioso experimento precursor del actual reciclaje.
Heineken llama la atención
El carisma de Alfred junto a sus habilidades en mercadotecnia y negociaciones habían ayudado a convertir la empresa en una marca global.
Alfred conocía bien el poder simbólico de la ostentación: se cuenta que alquiló un Rolls-Royce para presentarse en un banco y solicitar el crédito que le permitió recomprar las acciones familiares de la empresa.
Pero esa imagen de éxito y riqueza también le había situado como protagonista en el que sería el secuestro con el rescate más elevado hasta la fecha: casi unos 35 millones de florines, alrededor de 82 millones de dólares al cambio actual. Los secuestradores pusieron un nombre a su plan “Operación Rolls Royce”.
Durante los 21 días que duró el secuestro, la posición de liderazgo económico de la compañía –hoy segunda cervecera del mundo en producción y también segunda en valor de marca– así como la situación económica del propio Alfred saltaron a las portadas de la prensa holandesa e internacional.
El espectáculo ha de continuar
Ni siquiera el secuestro de su CEO detuvo la marcha del gigante empresarial. Mientras Alfred seguía secuestrado y la policía iba estrechando el cerco, Heineken cerraba un acuerdo con una cervecera de Bahamas.
El 17 de noviembre de 1983, una semana después de iniciarse el secuestro, Heineken NV y Associated Bahamas Distillers and Brewers (ABDAB) acuerdan constituir la Commonwealth Brewery Limited (CBL) en la isla de Nueva Providencia. El secuestro, que en teoría duraría 48 horas, culminó felizmente con la intervención de la Policía el 30 de noviembre y la liberación de Heineken y su chófer.
Lo rocambolesco de aquella operación convirtió el secuestro en el argumento de un libro: “Kidnapping Mr. Heineken” de Peter R. de Vries.
También originó un par de películas protagonizadas por actores de carácter y renombre internacional: “El Caso Heineken” (2015) con Anthony Hopkins y “El secuestro de Alfred Heineken” (2011) con Rutger Hauer.
Incluso existió un recorrido turístico para quienes gustaran del “turismo oscuro” o «tanatoturismo» por los escenarios principales del secuestro: el «Heineken Kidnapp Tour».
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